viernes, 13 de abril de 2007



Hace poco he visto la película El Perfume, basada en la novela de igual título de Patrick Süskind. Hace doce años que se publicó por primera vez y sigue estando entre los títulos preferidos de los lectores. Es curioso que la historia de un asesino (así figura en el subtitulo), catalogada como de terror, fascine a tanta gente, y que la película (por cierto, fiel como pocas a la novela) consiga lo mismo. Es realmente la historia de una obsesión enfermiza por los olores, precisamente por el considerado durante mucho tiempo el menos noble de los sentidos, por ser tal vez el más primitivo. El bulbo olfatorio, es una de las primeras partes del cerebro en formarse, y es el que más nos une al resto de los animales. Y el protagonista del perfume se obsesiona en captar el olor, lo olía todo por lejos e increíble que pareciera, y en cambio él no olía a nada.... no supo ver que no podía olerse a sí mismo y quiso crear el perfume perfecto, el olor creado a partir de la belleza de la mujer, de aquellas personas que le inspiraran amor. Se nos muestra un hombre instintivo, casi animal. Casi produce pena al lector... Creo que fascina también porque todos somos un poco Jean Baptiste Grenouille, y nuestra memoria olfativa es extremadamente personal y maravillosa. De repente un olor nos recuerda una persona, una situación, una vivencia... Hay olores dulces, el olor a chocolate, a flores, a piña... olores húmedos, como el del césped recién cortado,el de un baño espumoso, el de la lluvia, el olor a mar... olores que penetran como el de la madera, el olor a viejo, a chimenea, hay olores cálidos como el de las castañas en el horno, el de los jerseys que huelen a perfume... todos y cada uno de los olores nos transportan igual que lo hacen las imágenes que tenemos en la memoria. Recuerdo un fragmento de la obra de Marcel Proust (Du côte de chez Swann) donde no recuerdo si el protagonista u otro personaje muerde una galleta y como con un realismo extremadamente detallista el gusto de esa galleta le lleva a su mundo infantil, cuando desayunaba esas galletas. También el sentido del gusto es fascinante pero el del olor tiene una magia dificil de explicar. Realmente todo tiene olor, y ni siquiera nos damos cuenta en la mayoría delas ocasiones.